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La salud no solo entra por la boca: el arte de vivir en coherencia con tu cuerpo



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Cuando hablamos de salud, la mayoría piensa automáticamente en “comer bien” o en “dejar de comer ciertas cosas”. Es común escuchar frases como “yo casi no como azúcar” o “dejé de comer carne”, creyendo que eso es suficiente para mantenerse saludable. Sin embargo, esta visión es tan limitada como peligrosa. La salud no es solo una lista de alimentos permitidos o prohibidos. Es el resultado directo de una forma de vivir, de un conjunto de hábitos, elecciones y entornos que, en conjunto, pueden mantenernos vitales o enfermarnos lentamente, en silencio.


El cuerpo humano es una máquina maravillosa, precisa y compleja. Para que funcione de manera óptima, no basta con llenarlo de “comida saludable”; necesita aire puro, agua limpia, movimiento constante y contacto con lo natural. No somos vegetales para estar quietos, ni máquinas que pueden funcionar sin mantenimiento consciente. Respirar aire limpio, movernos todos los días, descansar en un entorno libre de ruido y contaminación, tomar sol, tener pensamientos saludables y relaciones humanas sanas, todo esto también es salud.


Pero hay algo que muchas veces pasamos por alto: todo lo que nos ponemos sobre el cuerpo también entra en nuestro cuerpo. Cremas, perfumes, maquillajes, lociones corporales, shampoos, desodorantes, detergentes, suavizantes, limpiadores del hogar… todos estos productos están formulados con una mezcla de sustancias que, muchas veces, son tóxicas para nuestro organismo. Y el problema es que sus efectos son silenciosos, invisibles a corto plazo. Nadie asocia un dolor de cabeza crónico con el perfume que usa todos los días, ni relaciona su alergia en la piel con el suavizante que le pone a sus sábanas. Simplemente van al médico, reciben un diagnóstico ambiguo, y salen con una receta para controlar los síntomas... pero sin cambiar nada en su entorno ni en sus hábitos.


No es casualidad que hoy en día existan tantas enfermedades “nuevas” o con causas “desconocidas”. La realidad es que muchas de ellas no son otra cosa que la respuesta de un cuerpo saturado por años de exposición constante a productos químicos que usamos por rutina, por costumbre o por moda. Y como sociedad, no nos cuestionamos lo suficiente.


¿Has leído alguna vez la etiqueta de un suavizante de ropa convencional? La mayoría advierte: “no usar en ropa de bebé”. Si no es apto para un bebé, ¿por qué lo usamos los adultos? ¿Acaso no somos también organismos sensibles?


En Naturageo creemos que la práctica de la salud es integral. No se trata solo de evitar ciertos alimentos. Se trata de preguntarte todos los días:

  • ¿Qué respiro?

  • ¿Qué bebo?

  • ¿Qué pongo en mi piel?

  • ¿Con qué limpio mi casa?

  • ¿Con qué lavo mi ropa.

  • ¿Cómo me siento física y emocionalmente al final del día?


La coherencia es la base del bienestar. Vivir en coherencia con tu cuerpo es elegir conscientemente lo que le das, lo que le quitas, lo que aplicas sobre él y lo que permites que entre en él por cualquier vía. La salud no es un acto, es un estilo de vida. Y aunque ese estilo puede parecer exigente, la recompensa es invaluable: vitalidad, claridad mental, descanso reparador, emociones más estables, prevención real y una sensación profunda de bienestar.


Es momento de abrir los ojos. Elegir qué poner en nuestro cuerpo no es un lujo, es una responsabilidad. Y en Naturageo, estamos aquí para acompañarte en ese camino consciente, amoroso y coherente hacia una salud verdadera.


Productos de uso diario y sus efectos secundarios

Producto

Ingredientes convencionales dañinos

Posibles efectos secundarios en la salud

Shampoo y acondicionador

Lauril sulfato de sodio (SLS), parabenos, fragancias artificiales

Resequedad, caída del cabello, irritación del cuero cabelludo, alteración hormonal

Jabón corporal o gel de baño

Triclosán, SLS, fragancias sintéticas

Sequedad, alergias cutáneas, alteración de la microbiota cutánea, resistencia bacteriana

Desodorante o antitranspirante

Sales de aluminio, fragancias, triclosán, propilenglicol

Bloqueo de glándulas sudoríparas, desequilibrio hormonal, riesgo de cáncer mamario (estudios en revisión), alergias

Crema corporal o facial

Parabenos, petrolatos, fragancias, ftalatos

Irritación cutánea, acné, interferencia endocrina, bioacumulación en tejidos

Perfume o colonia

Ftalatos, almizcles sintéticos, alcohol desnaturalizado

Cefaleas, problemas respiratorios, alteración hormonal, alergias

Pasta dental convencional

Flúor sintético, triclosán, lauril sulfato de sodio

Aftas bucales, toxicidad a largo plazo, desequilibrio de la microbiota oral

Suavizante de ropa

Amonios cuaternarios, fragancias, disolventes, colorantes

Problemas respiratorios, irritaciones cutáneas, neurotoxicidad, riesgo para bebés y niños

Detergente para ropa

Fosfatos, blanqueadores ópticos, fragancias artificiales

Alergias en la piel, contaminación acuática, alteración hormonal

Limpiadores multiusos del hogar

Amoniaco, cloro, ftalatos, formaldehído

Mareos, asma, daño en mucosas, irritación ocular, riesgo de cáncer a largo plazo

Velas aromáticas convencionales

Parafina, fragancias sintéticas, mechas con plomo

Inhalación de toxinas, efectos sobre pulmones, disrupción endocrina

Maquillaje convencional (base, labial, sombra)

Plomo (en algunos labiales), talco contaminado, parabenos, siliconas

Envejecimiento prematuro, obstrucción de poros, alteración hormonal, toxicidad acumulada

Nota importante:

Estos efectos no suelen manifestarse de inmediato, por eso muchas personas no los relacionan con su estado de salud. Sin embargo, el uso diario y prolongado es lo que acumula toxinas en el cuerpo, provocando reacciones que van desde irritaciones leves hasta enfermedades crónicas.

 
 
 

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